lunes, 21 de febrero de 2011

HORACIO GUARANY en EL FESTIVAL DULCE CORAZÓN DEL CANTO DE LA CIUDAD DE PAN DE AZÚCAR.


Este pasado fin de semana se llevó  a  cabo la 10ª edición del festival Dulce Corazón del canto en la ciudad de Pan de Azúcar depto.  de Maldonado.
Como figura estelar junto a otros buenos artistas nacionales que actuaron en este festival, estuvo la actuación del legendario cantor santafecino, leyenda viva del folklore argentino: Don Horacio Guarany.  Guarany a sus 85 años viene despidiéndose hace un tiempo largo de una extensa y mítica carrera artística. En 2005 Guarany sufrió un accidente cerebro-vascular que aunque tuvo una  pronta recuperación dejó sus secuelas en el veterano cantor, luego regresó a los escenarios y aunque con su espíritu indomable de siempre, se hace notar ya el peso de los años y el latigazo del  deterioro de su salud tras la convalecencia. No obstante Don Horacio el año pasado volvió a llenar el estadio Luna Park de Buenos Aires en lo que fue su despedida de este gran  escenario popular que en el apogeo de su carrera supo   abarrotar muchas veces  con recitales multitudinarios.

Guarany ya no canta en el sentido estricto de la palabra. Su voz decayó estrepitosamente luego de su último percance de salud, y sus shows donde se va despidiendo de su público desde un  tiempo a esta parte, son una suerte de rememoración de su anecdotario de vida y una recorrida por algunas de las canciones de su profusa obra, que el cantor como puede entona más con la emoción y la voluntad que con la garganta. Seguramente el público que lo sigue quiere ver sobre el escenario a un mito viviente de la canción popular y Horacio sigue convocando pueblo  y  continúa  siendo contratado para distintos eventos y  festivales a lo largo y ancho de su país, donde se le rinden homenajes y honores, sin duda plenamente merecidos.

La República Oriental del Uruguay, también, como la hermana República Argentina aunque en menor proyección masiva, ya que somos un pequeño país, tiene figuras legendarias del folklore y el canto popular. Y con muchas de esas figuras la cultura nacional mantiene una gran deuda de agradecimiento por el trabajo volcado en esfuerzos inconmensurables por esos abnegados cimentadores del canto  y de las artes, que en épocas buenas y épocas malas han dado su sangre humana para  sostener y aportar a que la cultura nacional  exista y se sostenga.
Podríamos citar decenas de nombres de poetas y cantores populares, algunos de ellos han desaparecido físicamente  hace poco, muchos se han despedido de la vida en el olvido y en la indigencia, teniendo que solicitar al estado uruguayo en  sus últimos años, una pensión graciable para poder comer, ya que Uruguay,  entre otras cosas,  es un país que nunca pudo darse el lujo de mantener a sus artistas, ya ni siquiera de ofrecerles un circuito de trabajo digno y permanente.
Hace poco despedíamos a Marcos Velázquez, un cantor y compositor  popular que dejó para la posteridad decenas de  canciones, y estudios inéditos sobre folklore uruguayo  que nunca pudo publicar en su país por falta de recursos. Tuvo que pasar buena parte de su vida en el exilio perseguido por la dictadura militar, actuó,  grabó y publicó en países como Francia, no obstante aquí en Uruguay  escuchar un tema de Velázquez en una radio o leer un artículo en un diario era y es como sacar la lotería. 
Citamos a Marcos Velázquez entre muchos otros,  porque es un ejemplo de olvido y desinterés de los que abundan en Uruguay hacia la cultura popular en general. No queremos entrar en componer listas de cantores y artistas con mayúsculas, de los que parió este fecundo suelo,  pero que rara vez son convocados por los grandes festivales folclóricos del país, festivales que en la mayoría de los casos son solventados en mayor o menor medida  por las intendencias de los respectivos departamentos donde se realizan. Festival de Durazno, Festival de la Patria Gaucha en  Tacuarembó, Festival de Andresito en Flores etc.,  y en estos últimos años,  catapultado como uno de los buenos festivales de todo el Uruguay, el Dulce Corazón del canto de la ciudad de Pan de Azúcar que ya lleva 10 años y convoca  miles de personas por jornada en tres días de edición. Todos ellos solventados con dinero de las intendencias, es decir del estado, es decir del pueblo uruguayo.
En alguno de estos festivales en sus últimas ediciones se están dando cierta coincidencias: A nuestro entender y al de muchos entendidos en la materia: demasiada ausencia de cultura y demasiada apuesta a la convocatoria y al mercadeo, con contratación de figuras nacionales relevantes que se repiten año tras año en todos los festivales, algunas de ellas nada tienen que ver con la línea folclórica aunque muchos de estos festivales se autodenominen festivales nacionales de folklore, y también la contratación de artistas argentinos de  gran convocatoria y de altísimo caché.
No sabemos cuánto costó la actuación de  Don Horacio Guarany   en el Dulce corazón del canto, ni tampoco cuánto costó, por ejemplo, la actuación de Teresa Parodi y Liliana Herrero para la edición 2009, pero estamos seguros que supera largamente los caché de cualquier artista uruguayo de renombre de los que están siendo  convocados por los festivales del país. Vale decir en buen criollo, que los artistas argentinos que los festivales uruguayos pagan con dinero del pueblo uruguayo son muchísimos más caros que los caché de cualquiera de nuestras estrellas populares. No por una cuestión de que sean argentinos, sino porque los organizadores de los festivales y las comisiones no  cruzan a La Argentina  a contratar a talentosos artistas de modesto y  mediano caché que en aquel  país vecino,  dicho sea de paso, hay muchos y muy buenos, sino que apuestan a los más caros y   marketineros, caso Chaqueño Palavecino con un caché que rondó para el Festival de Durazno de este año según se comenta,  en unos U$s 25.000 dólares, una cifra astronómica si consideramos que el más caro de los artistas uruguayos que es contratado en estos festivales no supera tal vez los 5.000 dólares.


Y bien,  dicen algunos,  Los Festivales además de un evento artístico son un negocio. Y eso no es noticia para nadie, por supuesto que estas opiniones mercantiles se generan  bajo el prisma de  un mundo que se ha vuelto más capitalista a cada minuto y donde todo se mide por el rédito económico.  Los festivales como cualquier evento son un negocio, pero  El Estado, el Ministerio de cultura, las direcciones de cultura ¿para que están?, ¿están para hacer negocio? Creo que la constitución de nuestro país dice otras cosas y que las líneas culturales de nuestras leyes y normas apuntan a otros asuntos y además, la cultura de los pueblos, según la UNESCO, no puede considerarse un artículo de consumo.
Y bien dicen otros: se apuesta a la convocatoria masiva de público, y si se trae a un artista que convoca público los festivales son un éxito y esa es en definitiva la meta que se persigue. ¿Esto es así? No tan así,  pues volvemos a remitirnos a las normas y éticas del estado como promotor de cultura, y que es el estado en definitiva sino el pueblo mismo bajo sus normas, políticas y directivas. La convocatoria está bien, siempre y cuando esa convocatoria,  esté sustentada por una cantidad de cosas que a veces se soslayan o simplemente no se ven con la razón del buen juicio comunitario y perdurable, sino que se miden tan solo por los réditos mediáticos y muchas veces políticos, pero  sobre todo lo que aquí está en juego con estas estrategias muy al estilo de la globalización, es la propia cadena que mantiene la cultura nacional, y ésta, actualmente, corre riesgo de cortarse. ¿Y cómo  lograr que no se corte?, una de la formas es que los recursos y dinero de la cultura nacional vaya a parar a manos de los artistas y trabajadores culturales que trabajan en este país y que hacen la cultura para este país. 
En demasiadas ocasiones escuchamos a los responsables de las organizaciones de estos festivales cuando consultados por la prensa por los resultados de los eventos, hablan de cuantas personas lograron meter, de cuantos kilos de chorizos se vendieron y de cuantos litros de cerveza se consumieron, y estos parecen ser los cánones para medir el éxito o el fracaso de un festival nacional de folclore, es decir, un festival donde lo primero debería ser el arte, pocas veces se habla de los músicos y artistas nacionales que se destacaron, de las nuevas obras y canciones compuestas, de las jóvenes figuras que pudieran sobresalir, no, nada de eso, en cambio se habla de  kilos de chorizos y litros de cerveza consumidos.


Volviendo a Don Horacio Guarany,  es un artista muy querido y respetado por el pueblo uruguayo, con el que siempre tuvo un vinculo permanente, además recordemos que en tiempos duros cuando en toda América latina artistas e intelectuales fueron perseguidos, Guarany fue uno de los grandes luchadores y defensores de otros artistas con menos poder de voz y llegada, y luchó  desde su puesto para el esclarecimiento de las libertades y los derechos humanos. Ahora, a muchos años de aquellos días aciagos, en plena democracia,  viejos fantasmas de aquellas épocas nefastas vuelven al ataque en contra de muchas cosas esenciales por las que antaño tanto se luchó. Y parece mentira pero al  igual que en aquella época hay tantos artistas proscriptos y prohibidos, no ya  por dictadores y censores, sino por  hacerle la vista gorda a un sistema ultra capitalista donde muchos de los que deberían velar  por una cultura inclusiva, están muy pendientes del monitoreo del rédito que dejan los festivales populares en beneficio del éxito mediático, pero muchas veces en desmedro de la cultura nacional.  Algunos de estos personajes que hoy se suben al carro de viejos ideales, funcionarios y políticos,  que se sacaron fotos abrazando al legendario cantor argentino en su estada en Uruguay, quizás no se estén enterando que un país pequeño como el nuestro, pero que en comparación ha sabido levantar grandes festivales populares, hoy en día se da el lujo de contratar a artistas de altísimo caché pero sepulta en el olvido a figuras emblemáticas de la canción popular que llegado el caso tienen que vivir de una pensión graciable porque no tienen sitio donde actuar y ni siquiera se los convoca para entregarles un pergamino. Por otro lado, mucho se habla de Patria Grande e integración regional latinoamericana, pero el slogan de patria grande no puede usarse para que vaya en contra de nosotros mismos, cada pueblo debe velar por sus recursos, pues de ellos necesita. Así como en un sistema federal cada provincia velará por sus co-provincianos sin desatender el intercambio con el resto y en un sentido de justicia y equidad. Creemos que es el ideario artiguista en su esencia más elemental.  No será que esta cuestión de la Patria grande algunos la han entendido muy mal. Cuando se desprotege al que convive contigo todos los días, al que comparte tu techo, tu comida, tu historia y tus sufrimientos,  no estamos siendo buenos anfitriones. Es decir,  creemos que la caridad empieza por casa. Ser buen anfitrión es otra cosa, para ser buen anfitrión hay que querer y atender primero a los de la familia, y esto siempre y cuando estemos en condiciones de invitar gente a la casa. Un país funciona exactamente como funciona una familia. Y si vos no tenes para alimentar bien a los tuyos menos podes  darte el lujo de llevar invitados con costos estrafalarios. Hay otras maneras de hacer las cosas en beneficio de la integración cultural latinoamericana, un país pobre que no puede pagar a sus propios artistas, debería buscar otros recursos si quiere tener figuras extranjeras prestigiosas como en este caso, una de las formas es pedirle a las embajadas y consulados de países hermanos que colaboren enviando artistas como intercambios culturales, de esta manera el país, en este caso las intendencias, no tienen que desembolsar esas abultadas cifras pagando esos inmensos caché,  de este modo beneficiamos el arte, posibilitamos el intercambio cultural continental y no desprotegemos a nuestros artistas nacionales.


Ahora bien, fue un privilegio volver a ver al cantor de Alto Verde erguirse desde el grito popular una vez más, fue lindo poder disfrutar de la presencia de esta leyenda viva del continente latinoamericano que aun con sus 85 años sigue convocando a las masas populares y tiene un lugar privilegiado en el cariño y el corazón del pueblo uruguayo ganado  con el talento, la verdad y sinceridad de su arte popular. Fue  hermoso que la gente de Pan de Azúcar haya disfrutado de la actuación de Horacio Guarany en su propia casa y a pocos metros de distancia en vivo y en directo. No obstante creemos interpretar el sentir de mucha gente cuando decimos que esperamos, que pasado este año, luego de demostrarle todo el cariño,  el sentimiento,  el aprecio y el respeto que le tenemos a Don Horacio Guarany, este argentinismo y latinoamericano cantor, comencemos luego a rendirle homenajes y a convocar las figuras legendarias y eternamente postergadas del canto nacional uruguayo, y ya de paso, algunas de ellas les vendría muy bien esos homenajes pues de paso se llevarían un buen caché artístico, visto el caso de que muchos de estos héroes de la cultura nacional, viven a veces como dijimos, de escasas pensiones graciables  que han tenido que solicitar al estado por no tener  aquí en su país un circuito digno de actuaciones. No sea cosa que con tanto descuido aquí en Uruguay se callen los cantores,  y como ya advirtió Horacio en su triunfal canción “…Que no calle el cantor, porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime/ no saben los cantores de agachadas/ no callaran jamás de frente al crimen…” Entonces que no se calle el cantor, que no se callen los cantores uruguayos, que no se calle la verdad, el arte y la vida

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